San Vicente de Paúl

Vicente de Paúl nace el 24 de abril de 1580, en Pouy, un pueblito de la comarca de Las Landas ubicado al sur de Francia. Pasa su niñez cuidando los cerdos y ovejas de su padre: «Yo he sido porquero», repetía muchas veces.

Al parecer, Vicente es un muchacho despierto, por lo que la familia hace un esfuerzo para que pueda seguir la carrera eclesiástica.

A los veinte años, Vicente de Paúl es ya sacerdote. Los años siguientes de su vida son bien oscuros. Parece que solo le preocupa encontrar una buena posición para vivir cómodamente y ayudar a los suyos. Pero algunos acontecimientos van a cambiar decisivamente el rumbo de su vida.

Por un lado, fue acusado injusta y públicamente de ladrón.

Por otro lado, es nombrado capellán de la Reina. Encargado de repartir las limosnas, descubre que injustamente coexisten dos mundos: el de los ricos y el de los pobres.

Vicente de Paúl ya no puede seguir siendo el sacerdote que piensa solo encontrar una buena posición.

En Folléville, un anciano, que pasaba por hombre de bien, confesó a Vicente pecados que jamás se había atrevido a declarar en confesión: «Al día siguiente ‒nos cuenta el propio Vicente‒, fiesta de la conversión de san Pablo, prediqué sobre este tema en Folléville. Toda aquella buena gente se vio de tal forma tocada por Dios, que todos iban a hacer confesión general. Y ese fue el primer sermón de la Misión».

En Châtillón va a tener lugar un acontecimiento de grandes repercusiones. Ante una realidad de necesidad palpable se siente llamado a organizar la Caridad para que ésta sea más efectiva (y no solo afectiva). Es aquí donde funda las Cofradías de la Caridad (hoy, Asociación Internacional de Caridades).

En 1619 es nombrado Capellán General Real de las Galeras de Francia. Este nuevo oficio lo pone cerca del dolor de tantos hombres condenados: «Yo los he visto sufrir», les dirá a sus misioneros.

En 1625, Vicente de Paúl funda la Congregación de la Misión. Serán sacerdotes totalmente dedicados a la evangelización de los pobres, irán de aldea en aldea como Cristo, anunciando con sencillez la Buena Noticia y estableciendo las Cofradías de la Caridad para atender a los más necesitados.

En 1633, junto con Luisa de Marillac, fundará las Hijas de la Caridad, que «tendrán por monasterio las casas de los enfermos; por celda un cuarto de alquiler; por capilla, la parroquia, por claustro, las calles de la ciudad; por clausura, la obediencia; por reja, el temor de Dios; por velo, la santa modestia».

Organiza la atención a los mendigos y les prepara verdaderos hogares. Los hospitales cobran un nuevo aspecto. Los niños, abandonados en las puertas de las iglesias, van a tener ahora un hogar y una profesión.

La llama de su entrega, de su trabajo, permaneció encendida hasta el último momento de su vida, que ocurrió en la madrugada del 27 de septiembre de 1660.