Mosaico

El Papa Pío XII, con la publicación de la encíclica Mediator Dei et hominum (1947), inicia una reforma litúrgica progresiva, estableciendo sus bases pastorales y doctrinales. A partir de entonces empiezan a aplicarse esos postulados y las nuevas iglesias tratarán de adaptarse a la moderna liturgia.  Al mismo tiempo que se produce esta reforma litúrgica, se incorpora también el arte contemporáneo al programa inconográfico de las iglesias. En 1952, la Santa Sede emitió la instrucción De Arte Sacra, que enfatizaba el vínculo entre la liturgia y el arte sacro. El mosaico que se encuentra en la entrada de nuestro templo recoge estas directrices y pertenece al estilo característico de los años 60: figuras angulosas, juego de luces y sombras, etc.

En el centro aparece el niño Jesús en el regazo de su madre, la Virgen María, sentada en el trono como reina. A derecha e izquierda de esta imagen central están representados varios apóstoles, en total ocho. En la parte superior, a ambos lados de la vidriera de San Vicente de Paúl, nos encontramos con los cuatro evangelistas, acompañados por sus figuras representativas: un buey para San Lucas (LVCAS), un águila para San Juan (IOANNES), un ángel para San Mateo (MATTHEVS) y un león para San Marcos (MARCVS).

En total, aparte de María y el Niño, podemos contar 12 figuras que nos recordarían a los Doce Apóstoles. Sin embargo, hay que hacer algunas observaciones. Aunque Juan y Mateo son considerados apóstoles según la Tradición (el discípulo amado y Leví, recaudador de impuestos, respectivamente), los otros dos evangelistas (Lucas y Marcos) no lo son. En el mosaico, el primero a la izquierda es YAGO, es decir, Santiago, que representaría a los dos apóstoles: Santiago el Mayor (hijo del Zebedeo, que, desde siglos, se venera en Santiago de Compostela) y Santiago el menor (hijo de Alfeo, autor de la Carta de Santiago). De esta forma, tendríamos a los Once Apóstoles, ya que Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús, no aparecería representado.